Iñaki regala memoria colectiva, no sólo recuerdos. La sube al escenario y riega el patio de butacas con ella. Como es memoria viva, lo hace con energía y pasión. Cada uno de los espectadores se impregna de ella y crece. No importa si el público es nativo o si llegó por el sur del valle; siempre florece porque en las historias de la memoria hay nutrientes para todas las almas.
El pirineo no es una postal. Su paisaje es el lienzo para trazos de historia. Cada pueblo, cada rincón, hereda la presencia de los antepasados que habitaron en ellos. Por si a alguien se le olvida la importancia de esa herencia, por si alguien no la conoció, Iñaki se calza las botas de Condearena o se ata el espaldero o desliza la navaja por la pieza de boj o prende una tea bajo la chimenea circular o arrea al macho o amasa el matón o sacude el astral...
Los chicos y chicas de la esquiada se dejan seducir por Iñaki entre sobresaltos y poemas y, durante una hora y media se empapan de conocimiento. Nadie les contará así el valor del mundo rural, el valor de los abuelos, el valor de la naturaleza.
Iñaki se vacía en la función. Quienes tenemos la fortuna de verle en acción sentimos su honestidad y que lo que nos trae es genuino. No se puede pedir más
No se puede pedir más... o sí! Mejor luz para el fotógrafo! ;)