DEJAR SECAR

08 mayo 2017 - Filosofando - Comentarios -

 

Seguro que a muchos fotógrafos les sucede. Al hacer la foto y revisarla en la pantalla de la cámara o por primera vez en el ordenador, se percibe con entusiasmo. La relación con esa imagen es tan reciente y directa que atrapa emocionalmente.


Resulta tan vívida, está tan conectada a la experiencia, que se impregna de un valor añadido y reluciente. Nace la imagen en cuestión como una fruto excepcional de la orginalidad. A veces el embrujo lleva a publicarla con la mayor inmediatez, en mi caso, en este blog o en la galería. Si tengo la fortuna de resistirme a hacerlo descubro al cabo de unos cuantos visionados, al cabo incluso de unos cuántos días, que el resultado no es tan brillante como me pareció en principio. El enamoramiento decae y la escena comienza a revelar defectos o incluso vulgaridad.


¿Qué ha ocurrido?. El impacto inicial se ha esfumado. En mi opinión se trata de alguna clase de jugarreta mental propiciada por el cerebro y la percepción. El caso es que al fotógrafo no le queda más remedio que asumir que la primera mirada sobre la imagen no es la buena. Quizás, nuinguna sea la definitiva pero, sin duda, la primera es la más engañosa.


La fotografía ha de cocerse. Ha de madurar en el archivo unos días al menos. Tras unas cuantas miradas, si la imagen crece, entonces puede quizás merezca la pena. Ha de secarse del todo.

   

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