De lo imprescindible: uno mismo

15 enero 2017 - Filosofando - Comentarios -

Ninguno de los muchos aparatos y gadgets que manejamos los fotógrafos aficionados o profesionales es tan imprescindible como el material que constituye el propio fotógrafo en sí mismo. Su mirada, su juicio y valores, su conocimiento y su sensibilidad podrían dar pie a una clasificación de lo imprescindible en el fotógrafo sin que esta pretanda ser dogma ni una interpretación rigurosa. Se trata de una lectura subjetiva e incluso provisional de lo que considero verdaderamente valioso para afrontar el acto de fotografiar.

De manera que comienzo esta sección refiriéndome al material básico: Uno mismo.


La mirada:

En mi opinión, la mirada del fotógrafo, condensa la capacidad de reconocer lo significativo de aquello que está ante los ojos. La teoría Gestalt, nacida en Alemania a principios del siglo XX, trata del modo en que percibimos la realidad y, en particular, señala la tendencia a reconocer formas significativas y coherentes. El fotógrafo, con más o menos facultades en este sentido, pone en ejercicio constantemente la acción de mirar para identificar, en el galimitías del "todo", aquellos rasgos de forma y composición que necesita para crear una imagen consistente. Es fundamental pues, desarrollar esta capacidad de "saber ver", de mirar con intención, de reconocer lo significativo en la escena.


El juicio y los valores personales:

Por otra parte, materia consustancial al fotógrafo, es el juicio que este hace de si aquello que ve a través de la mirada, merece ser fotografiado. El juicio, la valoración estética o de significado que haga de la escena le llevarán a tomar o no la imagen. Su formación personal y como fotógrafo, sus motivaciones individuales, sus valores y sus rasgos culturales condicionarán a qué da valor quien hace una fotografía y por tanto, qué es merecedor de ser fotografiado.

Roland Bartres, en La Cámara Lúcida, dice: "En un primer tiempo la Fotografía, para sorprender, fotografía lo notable; pero muy pronto, por una reacción conocida, decreta notable lo que ella misma fotografía. El "cualquier cosa" se convierte entonces en el colmo sofisticado del valor".

Esta frase, ideada por el autor hace casi cuarenta años, encaja a la perfección en el momento de la fotografía actual en el que la difusión masiva de cámaras en los dispositivos móviles ha propiciado que elevemos a categoría de "fotografiable" cualquier escena, sin mayor juicio ni discernimiento. Uno se pregunta ¿esto puede ser fotografiado? y se responde de inmediato, creo que inconscientemente, "Sí. Puede serlo! Y como se puede, se fotografía.

El fotógrafo, debería, creo, estar en condiciones de ir algo más allá. No se trata, pienso, de ponerse exquisito, pero sí de hacer un ejercicio de toma de decisión consciente sobre el acto de tomar una imagen.


El conocimiento de la técnica:

El conocimiento técnico del fotógrafo es otro de las valiosas propiedades a cuidar. La práctica y el estudio conducen a dominar este arte de la comunicación que es la fotografía. El conocimiento no sale gratis. Hay que invertir en formación y en tiempo. Hay fotógrafos que tienen un don por el que se impregnan con enorme naturalidad del lenguaje de la comunicación visual. Son capaces de trasladar impresiones e ideas con gran facilidad. El resto de los humanos, tenemos que invertir mucho para aprender a "hablar" de manera eficaz.

Susan Sontag en Sobre la fotografía dice: "Los fabricantes confirman a la clientela que fotografiar no requiere pericia ni habilidad, que la máquina es omnisapiente y responde a la más ligera presión de la voluntad. Es tan simple como encender el arranque o apretar el gatillo" .

Ya sabemos que los fabricantes no hacen fotografía.


La sensibilidad:

Por último, la sensibilidad constituye la que creo otra cualidad básica del fotógrafo. La sensibilidad refiere a la capacidad de conectar con la emoción. No es ya sólo que se sepa mirar; no es sólo la valoración racional de lo que tiene valor como imagen fotografiable; no es sólo la capacidad de comunicar utilizando de forma adecuada el lenguaje fotográfico, la luz y las herramientas al alcance. Es también el modo en que el fotógrafo se siente tocado por una escena de la que es el "primer espectador". Ese pellizco, ese corte, al que también se refiere Bartres en su más conocida obra, es seguramente el resorte que invita al impulso de hacer la fotografía. No todas las fotografías son fruto de esa experiencia emocional pero, probablemente, son aquellas que mejor puedan llegar al futuro espectador.

 

 

 

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